Durante principios y mediados del siglo XIX el Romanticismo se bifurca en Norteamérica siendo notable dos ramas o corrientes dentro de este movimiento artístico, literario y político.
De un lado, y encabezado, por Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, encontramos el trascendentalismo, donde el idealismo puro prevalece y se centra en la creencia y los valores del alma y la luz interior.
No se debe pasar por alto que el trascendentalismo tiene su cuna en un movimiento de reforma dentro de la Iglesia Unitaria y que tiene como norte extender el pensamiento sobre el Dios interior y la intuición de cada individuo. En esa dirección para los trascendentalistas, tanto el hombre como la naturaleza gozan de una bondad innata albergada en un interior brillante.
Por otro lado hallamos el romanticismo oscuro con visiones menos optimistas del ser humano y la naturaleza. Aunque son estudiadas como dos vertientes del Romanticismo, el romanticismo oscuro es una reacción contra el idealismo trascendentalista y es representado por autores como Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne y Herman Melville.
En este lado oscuro se explora al ser humano como un ente propenso al pecado y la autodestrucción. Es una médula puramente romántica que evoca incluso muchos de los postulados de la génesis romántica; el sturm und drang.
El punto de encuentro de ambas corrientes estribó en el reconocimiento de una espiritualidad en la naturaleza y el hombre, pero mientras los trascendentalistas lo veían como un punto mediador entre Dios y el hombre, los oscuros negaban cualquier noción de perfectibilidad humana. La naturaleza era concebida como una manifestación de verdades oscuras que el hombre tenía que enfrentar y que no daba lugar a ningún tipo de reforma social.
Las obras de los oscuros eran retratos de individuos que fracasaban en sus intentos de reformas positivas. Las atmósferas estaban cargadas de elementos de horror, temas sobrenaturales y macabros, en suma a sufrimientos y tragedias. Todos estos ingredientes hacían al hombre propenso al mal y tenían consecuencias psicológicas funestas donde priman el pecado, la culpa, la venganza y la locura.
En ese escenario que menciono, y sumando los grandes dotes de la literatura gótica clásica, se crearon los cimientos para la literatura de terror moderna. Los románticos oscuros pretendieron revelar verdades primitivas e irracionales usando el simbolismo para soslayar la pura razón.
Los motivos terroríficos emergen como la espuma y personas enterradas vivas, mansiones decadentes y encantadas y los tormentos psicológicos se encuentran entre las pesadillas recurrentes que plasman la vergüenza y el pecado oculto de los autores y la sociedad.
El romanticismo oscuro es a mi juicio la variación más pura del Romanticismo fuera de las fronteras europeas y la rama que sobrevive hasta el día de hoy. Si miramos un poco a los éxitos de series y películas de las últimas décadas podemos encontrar esta esencia oscura de la que hablo. Incluso si hacemos la investigación más exhaustiva y psicológica todos estos preceptos sobreviven en el día a día de las relaciones sociales y nos acompaña muchas veces desde el alba hasta el ocaso.