En la Historia del Arte, el artista conocido como «El Greco» se destacó en la pintura religiosa europea. El Greco desarrolló su propio lenguaje pictórico, en el que destacan figuras alargadas, uso de colores antinaturales y una frecuente división del espacio en dos mundos; el cielo y la tierra. El movimiento artístico que imperó en la Europa del siglo XVI fue el Renacimiento, sin embargo, no fue hasta que el Renacimiento superó la belleza por la emoción que entró a escena el Greco. El artista fue un discípulo del Manierismo; un renacimiento que buscó las emociones y recurrió a la transformación y deformación para encontrar la emoción.
En su pintura, el Greco comenzó con unas características muy particulares en la representación de la Virgen María, basadas en la Europa de la Contrarreforma, dándole colores específicos a su vestimenta. Muchos artistas posteriores adoptaron este código empleándolo no sólo en la Virgen María, sino que también en las pinturas de santas y mártires de la iglesia católica y la ortodoxa, elaborando una costumbre y creando una iconografía. Las efigies de la Virgen María fueron las siguientes:
La virgen vestida de azul y blanco: representación de María previo al milagro.
La virgen vestida de azul y rojo: representación de la virgen como madre.
La virgen vestida de azul y negro: representación máxima del dolor, tras la muerte de su hijo.
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